martes, 19 de diciembre de 2006

DIARRA , CASSANO Y LAS AMISTADES PELIGROSAS


Fabio Capello llegó al Real Madrid con las ideas muy claras y varios nombres en su agenda. El más destacado, por la insistencia que puso en contratarlo y el precio que pagó el club por él, era el de Mahamadou Diarra, un futbolista de gran presencia física y que llegó precedido por su excelente rendimiento en el Lyon. Sin embargo, hasta ahora el malí ha decepcionado a todos los que pensábamos que podía aportar el equilibrio que le faltaba al equipo. Diarra se muestra tan disperso dentro del campo como fuera de él y no ha tenido mayor ocurrencia que convertir a Antonio Cassano en su referente dentro de la plantilla.
La familia no se elige, pero sí los amigos y lo mismo ocurre en el trabajo. Hay que ser lo suficientemente listo como para juntarse a quien te ayude a progresar, en lo profesional y en lo personal, por qué no, y para alejarse de quien sólo puede ejercer una influencia negativa. En el trabajo, como en la vida, lo más llamativo, atractivo o divertido no siempre es lo más interesante o inteligente. Y ahora en el Madrid hay pocas cosas menos inteligentes que ser el socio de Cassano en el vestuario. De la profesionalidad de Cassano no hay duda. Sencillamente no existe. Lo más destacable que se puede comentar del italiano esta temporada es la voracidad con la que consume patatas fritas y chocolates en los viajes del equipo.
Claro, todo ello salvo que uno no tenga ningún tipo de aspiración profesional y esté dispuesto a desperdiciar las oportunidades que se cruzan en su carrera. Se puede elegir entre intentar aprender y mostrar interés por mejorar o perder el tiempo entre risas y gracias sin gracia. Diarra hasta el momento camina con pasos torcidos, pero aún es joven y está a tiempo de cambiar y decidir qué le conviene de verdad.
En cualquier caso, y mientras tanto, Cassano y Diarra deberían recordar, como canta Fito Cabrales, que "todo lo que al mar tiramos lo devuelve siempre la marea".



Andrés Fernández

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